
Con la muerte de Arturo Beltrán Leyva la principal pregunta que cabe hacerse es: ¿amainará el baño de sangre que se ha intensificado en los últimos dos años?
La pregunta es pertinente porque si bien desde mediados de 2006 era clara la tendencia hacia la escalada de las narco-ejecuciones y narco-desapariciones, es a inicios de 2008 cuando esta “guerra” emprende un crecimiento vertiginoso.
Y la explicación que solía darse a ese súbito cambio fue la ruptura del Cártel de Sinaloa, la separación de una parte sustancial del mismo encabezada por Arturo Beltrán Leyva, como una reacción a la detención de su hermano Alfredo en enero de 2008.
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